miércoles, 7 de diciembre de 2011

Hospital 28 de mayo (Parte I)

No sé como llegué pero ahi estaba, en la mesa de una sala de operaciones con una bata blanca y con la luz de la lámpara cialitica en la cara. Era una habitación muy pequeña, lúgubre y solo iluminada con la luz blanca que casi me cegaba. Entró un médico vestido de verde y me dijo que me sentara, que flexionara el cuello hasta que mi barbilla llegara a mi pecho. Yo sabía que la posición y las indicaciones eran las que damos a los pacientes a los que les colocamos una anestesia raquídea y apesar de sentirme tan confundida yo seguía las indicaciones sin objetar.

Me sentía algo mareada, desubicada. Mientras permanecía en esa posición sintiendo como me hacian la limpieza con gasas previa a la punción, me dí cuenta que la habitación era aún más pequeña de lo que parecía. Las paredes tenían una pintura verdosa pálida con azulejos rotos que solo me daban la sensación de tristeza, de abandono.

"Hemos terminado. Recuéstese" ¿Cómo? Recuerdo haber pensado en que no era tan doloroso como parecía. Me recosté y sentí las piernas adormecidas, frías, pero aún las podía mover. De pronto solo silencio y la habitación cada vez más pequeña. Levante la cara para ver a mi alrededor y vaya que lucía horrenda: Estaba sucia, con la cama oxidada y el piso desgastado.

El silencio se fue rompiendo. Escuchaba voces desde afuera. Escuchaba "actividad hospitalaria" típica de sala de operaciones. Quise parame pero un terrible mareo me devolvió a la cama. Un olor a óxido inundaba todo el espacio. 


Esperé un poco. Apoyándome en el borde de la cama logré sentarme. Sentía que la cabeza me daba vueltas y el olor a humedad me provocaba náuseas. ¿Estaba sola? Logré ponerme de pié con dificultad. ¡Vaya, que mareo! Caminé sobre mis piernas temblorosas y llegué a la puerta de la sala. Lo único que podía pensar era en cómo había llegado hasta ese lugar ¿En qué hospital estaba? Caminé lento y sin mirar atrás. Caminé hasta esa puerta de baibén de color beige. Por fuera había gente caminado, había luz. Tenía que llegar hasta allí y averiguar que estaba pasando conmigo. Me dolía la cabeza, mis pies descalzos estaban tan fríos que casi no los sentía y apesar de solo traer una bata encima, casi no sentía frío en la parte superior de mi cuerpo.

Algo estaba mal...